Soy un sobreviviente, encontré a mis 62 años un «hueco» en la alambrada del este cementerio virtual donde nos envía la civilización y sus leyes para…escaparme.
hoy es una norma, más de 58 años te transformas en un ser que puede tener el «privilegio» de ser apartado de la sociedad, puedes tener el «privilegio» de convertirse en «invisible», no existes solo eres un número de la seguridad social o de hacienda, dejas de tener importancia para casi todos los estamentos del estado; eso es así nos guste o no, ya sea porque te jubilan, porque cierran tu centro de trabajo o hacen reducción de plantilla, no hablo de los prejubilados que van aparte, siempre y cuando los hayan prejubilado un gran banco o por el estado. –
Lo de ser invisible se lleva peor porque ya no existes para cualquier labor que desees hacer, «eres viejo», «buscamos gente joven», claro que a esto le falta agregar algo un componente básico como es ……… la experiencia. –
Uno que se escapa de este cementerio o es invisible, no tiene pretexto para no reintentar pasar el camino pantanoso de la situación y sacar la cabeza fuera del agua es difícil.
Lo primero que hay que hacer es considerar que se ha «tocado fondo», que ya nadie te va a llamar, que tu agenda ha quedado a cero salvo tu perro que aún te obedece, tu pareja (si la tienes) tus hijos (si los tienes y comprenden tu situación), hay demasiados «juguetes rotos» en esta sociedad que entre todos hemos construido.
Yo jugaba con un hándicap y es que venía de otro país, era inmigrante y tuve desde el minuto cero la total conciencia que al salir dejaba de tener pasado, parientes, nombre y apellido que pudiese ser recordado, eras «uno más» que marchaba a buscar un «lugar bajo el sol», ese mismo sol del país donde naciste pero que desafortunadamente no calienta a todos por igual. No me resigne ni aún en mi primer destino, no importaba trabajar en un cuarto sótano, entrar de noche y salir de…noche y quizás deba agradecer a mi país de origen que dejo en mí el no permitirme darme por vencido antes las adversidades. –
He vivido todas las crisis de este país, desde 1996 veía como los hijos volvían con su mujer y prole a la casa de los abuelos que con su exigua pensión alimentaba a todos.
Veía como empresas «aparentemente» solidas se diluían como azucarillo, por eso es esta reflexión. porque esta vez no ha sido la crisis económica primero sino una pandemia que después ha generado y está generando una crisis descomunal ¿pero para quienes? hoy hay un porcentaje mayor de personas invisibles, aquellas que nunca han tenido ni recursos y han finalizado su etapa laboral en el paro.
Pero está además el drama (porque lo es) de los más de 70.000 muertos que si antes eran invisibles o «aparcados» en una residencia ya han dejado inclusive de vivir, todos los días los noticiarios nos indican como si fuera una «gota malaya» la cifra de fallecidos, finaliza el informativo, se apaga el televisor o se pasa a otro canal y los fallecidos han dejado de existir y sin embargo, los que hemos logrado sobrevivir a la pandemia cada uno lleva sobre sus espaldas su particular drama y mientras esto ocurre, en el cuarto país, en teoría, más importante de la unión europea, los políticos se dedican a destriparse (metafóricamente hablando unos a otros), ¿que buscan ? ¿el poder? ¿o van a tomar un liderazgo ponerse al frente del país y tratar de parar el drama que vivimos? lo siento no veo a estos políticos actuales con un concepto de buscar ese fin.
¿Cuánto tiempo lleva la hostelería en este país disfrutando de los millones de turistas que se alojaban en sus hoteles?, ¿cuanto tiempo llevan las líneas aéreas transportando gente?, ¿cuanto tiempo llevan los restaurantes, los bares llenos en todos estos años? sin embargo solo ha sido necesario un cierre de un año para que todos los patrimonios o teóricos ahorros que hayan podido recoger se diluyeran, eso habla de cimientos de barro no de cimientos sólidos, les gustes o no le guste y todo esto les viene de maravilla a los políticos para su demagogia.
Un gobierno con liderazgo no hubiese permitido el destrozo que se ha producido en Barcelona porque «libertad no es libertinaje» y esto me recuerda tanto a mi país de origen que me produce preocupación. y os digo todo esto porque, aun viviendo bastante bien, no vivo en la «luna de Valencia» soy muy consciente de lo que ocurre.
Yo me escape del cementerio de elefantes por última vez hace 12 años y con mis 72 años no pienso regresar, he vuelto a ser «visible» hasta para la agencia tributaria, hasta para pagar mi autónomo todos los meses y además, poder colaborar a que en mi casa se viva con una cierta (miento) con una total dignidad y eso desearía para todos los que me rodean.
Todo lo que sé lo he aprendido aquí ,vine de afuera como un autodidacta y he subido escalón a escalón, lo que ocurre que ya no pretendo (como cuando era más joven) salir en una página de economía, ni pretendo ser el amo de nada , solo pretendo vivir y dejar vivir con eso me basta he sido todo lo que he querido, fui en una época solidario, di trabajo en mis despacho, mayoritariamente a mujeres pagándole los mismos sueldos que a los hombres, he contratado sin esperar benéficos, y solo puedo decir que estoy agradecido a las oportunidades que me ha dado la vida. No me han regalado nada jamás, al contrario algunas veces me ponían las cosas muy dura y sí, lo siento mucho si puede causarle a quien lea esto un malestar pero, antes de hacer una fila en Caritas para que me resuelvan mi problema alimentario y el de mi familia, me he buscado la vida como he podido. –
En una ocasión un ente público me exigió el pago de una deuda y mi respuesta entonces fue muy clara «no dude Uds. que cuando pueda le pagaré pero primero voy a cubrir las necesidades de mi casa».-
Ahora aquí, rodeado de campos de golf de grandes residencias donde la mía destaca, no por su grandeza sino por el espíritu que he logrado que viva en ella, uno ve pasar la vida sin dejar de planificar a cada minuto de qué forma hacer más cosas y ser productivo, pero no para acumular riqueza sino en todo caso para compartirla con aquellos que me acompañan en este fin de trayecto. No ha fallecido nadie de esta pandemia en mi corta familia, mis padres (96 y 91) están vacunados, nos los veo hace muchos años, la distancia es grande, mis hijos ya mayores no sufren enfermedad alguna y en el camino de menos de 4 años han quedado, por enfermedades diversas, dos hermanos y una sobrina, pero aun así sigo creyendo que todo lo que he realizado compensa tanto cuando tenía como cuando no he tenido. Lamento que algún amigo mío no haya tenido la fortaleza de darse una segunda, tercera o cuarta oportunidad y haya resuelto acabar con su vida y lo lamento porque la vida como dice la película, aun siendo como es, «es bella».
Y una frase de esta mañana que he anotado en mi cuaderno diario «cuidado a quien pisas para subir porque quizás, te lo encuentres al bajar»(Marcela Jalife)
y finalmente como decía Joe Rigoli «yo …sigo»